Vladimir Putin siempre quiso invadir Ucrania, pero no encontraba el apoyo que requería para dicha acción. China no la apoya de manera explícita pero tampoco la objeta con el acuerdo firmado recientemente por ambos países y que ha resultado un tremendo fiasco para Pekín, forzado a inhibirse de criticar el atentado contra la soberanía de un país como Ucrania y, peor aún, justificar el bombardeo de ciudades llenas de civiles hasta lograr su destrucción. Ante esa realidad, no tengo forma de contemplar en este artículo el hecho de que las quejas de seguridad rusas fueran genuinas o no, ya que nada justifica la invasión de un país soberano ni los crímenes que se están cometiendo contra civiles.
Ese acuerdo, que efectivamente establece una alianza en múltiples aspectos económicos, políticos y militares, no solo coloca a China en una posición difícil en cuanto a la violencia extrema que se está perpetrando, sino que le creará serias dificultades a muy corto plazo. Está el hecho de que los países que están enfrentando a Rusia con sanciones y ayuda militar a los ucranianos representan casi el 55% del comercio exterior chino. En cambio, Rusia apenas llega a un 4%; sin olvidar que China depende de los aliados de Ucrania en materia de tecnología, banca y otros.
En cuanto al orden mundial que tanto se ha escrito vale la pena citar una referencia en mi artículo del dos de febrero del presente año:
“Si ocurriese dicha invasión con el apoyo de China, se operaría un cambio radical nunca visto en todo el contexto del orden mundial”.
China ha superado a todas las economías bajo este orden mundial que exige respeto a la soberanía de las naciones, defensa de los derechos humanos y de la libertad de expresión; aun tenga un sistema diferente al que el orden actual está basado. El orden actual tiene más de 70 años desde que se formó y debe reformularse en dos aspectos; que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU no tengan derecho a vetar resoluciones cuando las infracciones sean por situaciones humanitarias o de soberanía territorial; pensar que este consejo de seguridad se ampliara o que renunciaría al derecho a vetar resoluciones es un sueño. No encuentro realísticamente la posibilidad para cambiar el que tenemos con excepción a mis sugerencias anteriores, aun con con todos sus defectos, por un nuevo orden que de seguro sería mucho peor. China debe repensarlo si realmente contempla la idea de cambiar el orden mundial actual.
En todo esto hay un juego geopolítico muy pesado. Por un lado, la poderosa industria de armamentos no podría estar más feliz. Su lobby esparce gasolina donde sea posible para encender aun más la guerra. Por el otro lado, está la política interna en USA. Este conflicto ha logrado unificar a los americanos por primera vez en muchos años; inclusive, el presidente Biden refleja un importante repunte en las encuestas.
A la vez tenemos un Occidente unido como en sus buenos tiempos; y Rusia, debilitada por las sanciones y por la repulsa de la opinión pública mundial por los abusos cometidos contra una población civil, causada por la decisión de su presidente sin justificación alguna.
Quiero terminar con el primer párrafo de una reseña periodística que leí esta semana: “La justicia cubana condenó este miércoles a 127 personas a un total de 1,916 años de cárcel por hechos relacionados con las protestas antigubernamentales del 11 de julio pasado en La Habana”.
No hay dudas sobre la pertinencia de defender el orden mundial actual; al menos la democracia tiene el mecanismo para corregir excesos.