Por Osvaldo Blanco
La República Dominicana al igual que la comunidad caribeña y latina ha venido atravesando décadas de constantes deficiencias dentro del Sistema Educativo. Y es que, año tras año los estándares internacionales no hacen sino colocar los estudiantes dominicanos por debajo de la media y en los últimos lugares de resultados en las pruebas estandarizadas que se utilizan. Y si bien estas pruebas no son cien por ciento exactas, es no menos cierto que retratan una realidad para nada distante de la dominicana en el plano educativo.
Con la llegada de la pandemia del covid-19 esta desigualdad del Sistema Educativo Dominicano frente a sus homólogos de la región no ha hecho si no crecer. Esto en gran medida por lo accidentado del proceso escolar en medio de la pandemia. Destacando la manera abrupta de interrumpir el año escolar 2019-2020. Este prácticamente no pudo concluirse al tener que improvisar los docentes para tal fin y permitió que todos los estudiantes inscritos en algún grado del Sistema Educativo aprobaran el mismo sin cumplir siquiera con los requerimientos mínimos lo que llevó a mayores lagunas en el proceso de aprendizaje y mayores deficiencias para enfrentar el año escolar que continuaba. Esta promoción absoluta no hizo sino ahondar en la herida que ya era honda.
El año escolar 2020-2021 fue impartido en su totalidad de manera virtual producto de la crisis sanitaria. En el caso de la República Dominicana en muchas zonas del país se consideró como un año escolar perdido, dado que, pese a las medidas tomadas por el MINERD quien intentara dotar a todos los estudiantes de equipos electrónicos (tablets y laptops) y a los docentes con laptops para que estos contaran con recursos para afrontar la virtualidad, de manera simultánea se impartía docencia a través de la radio y la televisión acompañados de un sistema de cuadernillos que, dicho sea de paso, llegaban 2 y hasta 3 semanas después de que las clases habían sido transmitidas, este terminó convirtiéndose en otro desacierto desfavorable para el proceso y el Sistema Educativo Dominicano.
La paridad (disímil) de procesos y ver como el Ministro se desdecía al afirmar al principio un año escolar virtual modificaba su discurso a un año de educación a distancia, llevó a que, pese al llamado a inicio de dicho año (2020-2021) demoró más de lo esperado y el año inició con un retraso significativo.
Ahora bien, si se suma al retraso antes mencionado, el tema de que los docentes se vieron en la necesidad de utilizar una modalidad educativa a la que no estaban acostumbrados, al igual que los estudiantes dado que en ambos casos migraron a una educación virtual y/o a distancia. Es necesario mencionar también que los docentes se embarcaron en la realización de una serie de talleres de manera acelerada propiciados por el MINERD con el propósito de lograr que se adaptaran al uso de los recursos tecnológicos y de esa forma aprovechar al máximo la virtualidad.
Los resultados fueron por mucho peor de lo esperado, en principio porque la mayoría del sector docente se mostró reacio a la implementación de las herramientas digitales y en otro aspecto la carga y cantidad de herramientas e información que proporcionaban los talleres del MINERD terminó convirtiéndose en debilidad dado que, en vez de trazar una política educativa orientada hacia el uso de una sola plataforma digital y enmarcar todas las líneas a seguir por ahí (por ejemplo Moodle o Google Classroom), el ministerio propicio el uso de todo el abanico de herramientas, lo que deparó en que tuviéramos maestros que no se especializaran en ninguna herramienta en particular y con esto un uso desenfrenado de una red poco aprovechable en el aspecto educativo como el sistema de mensajería instantáneo de la aplicación WhatsApp.
Pese a que ya el ministerio tenía meses preparándose, observando el comportamiento de la pandemia y con todos los países homólogos reintegrándose a la presencialidad en República Dominicana no seríamos la excepción, ¿O sí?
Pues en honor a la verdad, el año escolar 2021-2022 nuevamente daba inicio con una demora significativa, y con algunas medidas paliatorias. Se inició el año escolar implementándose un regreso a clases ‘‘presencial – voluntario’’ que luego de una serie de observaciones, revisiones, consideraciones, vistas y demás parapentes el día 1 de septiembre del 2021 arrancaba y, sí, ‘‘otra vez’’ inmersos en la ambigüedad y el desconcierto nada estaba claro, la palabra ‘‘voluntario’’ era ese salvoconducto ideal en la expresión para liberar al MINERD que invitaba a la docencia pero dejaba a consideración de las familias la asistencia o no de los estudiantes y ‘‘otra vez’’ no había una política educativa clara y específica de cómo hacer el proceso, estaban las dudas de ¿Qué hacer con los que se quedan en casa? ¿Se les dará clases virtuales? ¿Cuál plataforma utilizar? ¿Habrá clases sincrónicas con ellos? ¿En qué momento? En fin, fue sobre la marcha que se pautó entonces, la asistencia segmentada… Un día la mitad de la población otro la restante, pero no se segmentaron las secciones por tal razón teníamos igual aulas con 42 estudiantes y otras con 0 estudiantes. Forma interesante de cuidar la salud.
Ahora bien, en materia de rendimiento académico ¿Cómo se ha traducido esto? En nada diferente, la asistencia segmentada no ha significado más que eso, a nivel de rendimiento no se alcanzan los objetivos y como medida paliatoria el Ministerio establece que el año escolar concluya un mes luego de lo habitual esto, para compensar el tiempo perdido. Y surge la inquietud ¿En qué punto se toma en cuenta el nivel de fatiga de los docentes? ¿En qué punto se toma en cuenta el nivel de motivación o desmotivación que supone en el estudiantado esta variación? En este punto se puede responder que en ninguno dado que solo se busca cumplir con requerimientos estadísticos y luego los resultados se quedarán en veremos…
El fin, en educación se avanza cada día al margen de si se hace o no con calidad, ahora bien, es necesario extender al MINERD la inexorable recomendación de que, como institución rectora y responsable de los caminos de la educación dominicana, se debe precisar de cada elemento y ente participativo en el engranaje del sector educativo desde el aspecto social, político, económico y cultural antes de embarcarse en otro proceso de cambio en materia de educación, se analice de manera concreta la realidad del sector educativo dominicano, para de esta forma establecer políticas educativas adaptadas y diseñadas de manera eficaz.
En el mismo tenor el sistema educativo amerita que de una vez por todas se empiece a actuar con un programa dirigido a la formación, actualización y profesionalización docente que permita en la práctica contar con maestros verdaderamente actualizados y a la vanguardia, del mismo modo propiciando escenarios de consulta para que los docentes como parte activa del proceso educativo puedan investigar, diseñar y proponer modelos adaptados a las localidades y regiones del país que cada una tiene características marcadas.
Si algo nos mostró la pandemia es que en un santiamén se puede cambiar una metodología, un método, un proceso, un sistema completo, está en nosotros como comunidad educativa, como sociedad, como país emprender acciones que verdaderamente apunten hacia una educación diferente, repleta de recursos, de participantes activos y de representantes competentes.
Depende de nosotros cambiar una realidad que cada año solo hace exponernos ante el mundo y mostrar un lado que no es el mejor de nosotros, un lado que si se trabaja de manera correcta se invertirá y permitirá, en materia de educación conocer en no muchos años la mejor República Dominicana.